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miércoles, 1 de diciembre de 2010
Una época ha terminado
"La política de grandes eventos culturales desarrollada en Murcia es más reciente que la valenciana —aquí se inicia con la llegada de Cruz en 2007—, pero no va a poder ser mantenida, diga el consejero lo que diga, sencillamente por falta de recursos"
PATRICIO HERNÁNDEZ PÉREZ
(Presidente del Foro Ciudadano de la Región de Murcia)
(Presidente del Foro Ciudadano de la Región de Murcia)
Pese a que sufra su amor propio, hay que decirle al consejero Cruz que no le corresponde la gloria de haber inventado una política cultural y turística organizada alrededor de los ´grandes eventos´. Como la paella, es un invento valenciano. Fueron sus correligionarios del PP de Zaplana, primero, y después de Camps —qué pareja— los que armaron aquí ese modelo de acción cultural y turística pública fundado en la hipervisibilidad mediática, el tráfico de nombres de prestigio, las faraónicas construcciones, los presupuestos astronómicos y ese discurso hiperbólico trufado de superlativos que exalta los maravillosos prodigios que ofrecen estos inmerecidos próceres a sus boquiabiertos ciudadanos.
Es en la Valencia del IVAM, la desaparecida Bienal de Arte, la Ciudad de las Artes y las Ciencias, la Fórmula 1, la visita del Papa, los conciertos MTV, la Copa América, la Ciudad de la Luz y Terra Mítica, etc., donde se encuentran los antecedentes inmediatos de La Conservera, el SOS 4.8, el PAC, Manifesta, la Fórmula 1, la Med-Cup, el No-Typical, y la Paramount. Resulta curioso que el paralelismo llegue hasta la presencia en la Bienal de Venecia, donde también estuvo años atrás Valencia —en los tiempos de la consejera Consuelo Ciscar—, y donde se llegó a ver en plena bienal un cartel inmenso en el puente de Rialto sobre el Gran Canal que rezaba, como un homenaje al dadaismo, «hoy comienza la Bienal de Valencia».
Camps ha defendido como reclamo —igual que hizo hace unos días Cruz en la Asamblea Regional— el mantenimiento de los ´grandes eventos´ presentando cifras de visitantes, cálculos de retorno del dinero invertido, el supuesto prestigio que comportan, etc., ante el escepticismo de la oposición y de los sectores profesionales del turismo.
Aquí en Murcia aumentan las voces críticas y aunque no hay todavía verdadero debate social creo que se constata un creciente rechazo que la gravedad de la crisis está haciendo aumentar rápidamente.
Del debate valenciano, algo más estructurado, podemos recoger algunas opiniones de interés como la del sociólogo José Manuel Iribas que señala que «una política basada exclusivamente en los eventos no tiene un balance positivo. La cuenta de resultados no sale», para añadir que «los países escandinavos, que padecen menos la crisis, no hacen nunca eventos; crean estructuras de producción ligadas a las estructuras educativas». «Mientras, nosotros aplicamos políticas de corto plazo que no generan estructuras a largo plazo, porque los políticos necesitan resultados rápidos. Pero los cambios económicos no se pueden hacer en el corto plazo».
Esa misma es la idea que subyace en la opinión del arquitecto Carles Dolç, que avisa de que su valoración es ´contradictoria´, aceptando que pueden ser positivos si se planifican pensando en el día siguiente. Pero también que «los grandes eventos son escaparates publicitarios y, como tales, tienen unos rendimientos a corto plazo, pero por su carácter efímero carecen de perspectiva. Una ciudad necesita líneas estratégicas, económicas y urbanísticas, que impliquen una acción continuada. Eso es lo que no son los grandes eventos».
Por su parte, el catedrático Gregorio Martín opina que «todo intento de ser sede de grandes acontecimientos se basa en dos condiciones: una movilidad fácil y barata y una bonanza económica generalizada. La segunda ya sabemos que no va a existir en el próximo lustro. Y respecto de la movilidad de personas, la lucha contra el cambio climático obliga a controlarla y, por tanto, a encarecerla», para concluir categórico con esta afirmación: «Una época ha terminado».
Lo que sabemos es que en Murcia, donde esta orientación es más reciente (desde la llegada de Cruz en 2007) y por tanto el despilfarro,
aunque importante, no alcanza las cifras valencianas, esta política no va a poder ser mantenida, diga el consejero lo que diga, sencillamente por falta de recursos.
No conocemos las cifras completas para poder hacer un balance económico (el cultural es otra cosa) de lo que ha supuesto esta apuesta de Cruz, porque no es la transparencia una de las notas que caracterizan su gestión. Pero considerando los acontecimientos de perfil más cultural, si sumamos las dos ediciones del PAC (2008 y 2010), las dos del SOS 4.8 (2008 y 2009), los dos conciertos de MTV (2009 y 2010), la bienal itinerante Manifesta 8, la presencia en la Bienal de Venecia o la Feria ARCO de Madrid, una estimación razonable no bajaría de los quince millones de euros lo que ha supuesto para el erario público en los tres últimos años.
A esto habría que añadir la compra de Ceutímagina (instalaciones y colección) por doce millones de euros, más la adaptación y programación del nuevo centro de arte de La Conservera —quizás el centro de arte con menos visitantes del país— por una cantidad que no sabríamos precisar (la programación anual cuesta en torno al millón de euros).
También en Turismo se ha seguido el mismo modelo, destacando la costosa campaña No Typical, la regata Med-Cup o el patrocinio del equipo de Fórmula 1 (nueve millones en tres años), y se anuncian nuevos eventos cuyo coste desconocemos.
Pero con un presupuesto total en 2011 de algo más de 65,6 millones de euros para Cultura y Turismo (incluido Deportes) en el que buena parte son gastos obligatorios para el pago del personal y el mantenimiento de las infraestructuras (eso que llaman ´subir la persiana´), el margen real es muy pequeño, lo que ha obligado a elegir entre el mantenimiento de los ´grandes eventos´ o el sostenimiento de la actividad de toda la red cultural regional, tanto de espacios como de empresas, compañías y creadores, incluido el apoyo al sector turístico.
Y de momento la decisión de Cruz es clara: se va a sacrificar sin contemplaciones el apoyo al tejido cultural y las programaciones de la Región (las lista de damnificados es muy larga) para intentar salvar sus personales apuestas. A mi juicio la elección es también clara para los ciudadanos: podemos resignarnos a esta situación, lo que nos costaría muy caro a todos, o ejercer nuestro derecho a protestar y rechazar esta política.
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